sábado, 15 de octubre de 2016

Un sueño en la realidad.

   Como murciélagos volando en una cálida e iluminada noche, sin rumbo pero con un propósito, así se sentían. En aquella noche, abrumados por la brisa fría pero a la vez llena de calor y envueltos en un ambiente acogedor, ambos olvidaron todas las adversidades y complicaciones que tenían aquel día, pensaron en los encuentros ocasionales, los atrevimientos para dar el primer paso, en todas las cosas que tuvieron que hacer para llegar a esa noche, olvidaron quienes eran y porque estaban allí, solo sabían que debían estarlo, que debían estar juntos, porque esa era su elección y asombrosamente, estaban destinados a serlo. Sin embargo, ellos aún no lo sabían. 

  Esa chica, con ojos color avellana, fue lo que cautivó totalmente a Alejandro la primera vez que se vieron. Fue algo inusual, a decir verdad.
Alyssa, con una larga melena castaña y un rostro muy simpático, estaba en la biblioteca, en su trabajo como bibliotecaria; tomando un café muy caliente que casi le quemaba los labios, pero le funcionaba para calentarse por el frío y la lluvia de Octubre que caía tormentosamente a través de los ventanales de la amplia biblioteca. Él, por su parte, con una carpeta sobre su cabeza para protegerse de aquella lluvia, solo fue para allá por pura casualidad. Debía buscar en los registros unos papeles  importantes,  así que ese era el lugar preciso.
   Cuando Alejandro entró, la chica ya había levantado la mirada de su libro y lo había visto adentrarse por la puerta.  Él al acercarse a la recepción con unos pasos rápidos y dejando a su vez, pequeñas gotas de agua a su alrededor, le preguntó dónde podía buscar esos documentos. Luego de un rato al terminar su búsqueda, todo sucedió muy deprisa, afuera aún seguía cayendo la lluvia pero ya cada vez era una pequeña y suave llovizna, y sin pensarlo, Alejandro, antes de irse se acercó a Alyssa y le preguntó así sin más: -¿Crees en el amor a primera vista? Sonrió, le guiñó un ojo y salió, con un caminar seguro y satisfecho por la puerta, dejando sin palabras a la chica. Alyssa, en el momento quedó desconcertada, casi derramó su café, y quedando fuera de sí misma con la pregunta de ese joven que ni conocía, le incomodó el hecho que no pudo darle una respuesta concreta, se sintió una tonta por no poder pronunciar palabra alguna y por quedarse muda por completo. Sin embargo, ya la sabía, su respuesta sería  "Sí". Sólo más adelante, en otra oportunidad, pudo responderle a aquella pregunta. 

   Si pudieras enmarcar un momento en particular de tu vida en un portarretrato, ¿Cuál sería? Ciertamente, Alejandro y Alyssa ya lo conocían. Y fue ese encuentro, en aquella noche cálida e iluminada en la cual con toda la confiabilidad del mundo, se entregaron el uno al otro, conociéndose, descubriéndose y sobre todo, desconociendo que específicamente, esa noche los iba a cambiar para siempre. 
En el amor, existen ciertas reglas o patrones que normalmente las personas siguen, pero ellos dos rompían con todos esos prejuicios e ideas, no solían actuar como se ve a menudo que actúan las parejas. Eran diferentes, dos polos opuestos pero que compaginaban entre sí, como piezas de rompecabezas encajadas. Ella era como una flor, dulce, llena de colores y alegría. Él era como el mar totalmente azulado, con muchas olas, que vienen y van, pero siempre dispuesto a dar paz y tranquilidad. 


   Así se complementaban el uno al otro, y ambos esperaban, más bien deseaban, que toda esa fantasía envuelta en la realidad, durase para siempre, que la pudiesen vivir hasta que se saciaran lo suficiente, cosa que parecía imposible; de aquellas increíbles y únicas emociones y experiencias. Y hasta que se dieran cuenta, que estaban viviendo un sueño dentro de la realidad. 

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